Fotografías: Rodrigo Salinas Muñoz
PLEBISCITO EN LLAY-LLAY:
DE LA TENSA CALMA A LA EUFORIA
Pía Argagnon Ocampo
Sin pegar un ojo, como si se tratase del primer día de clases en una escuela nueva, miles de chilenas/os no pudieron contener el nerviosismo frente a lo que se anhelaba fuera una jornada decisiva para transformar de raíz el Chile del presente. De madrugada se levantaron las personas designadas como vocales de mesa tanto dentro como fuera del país, mientras el resto de ciudadanos/as dejaron a mano carnet, lápiz, alcohol gel y la tenida de cancha para este decisivo partido. Incluso no faltó quienes despertaron en medio de la madrugada y abrieron grandes sus ojos al ver el recuento de votos de la lejana ciudad de Wellington, que desde el otro lado del océano anunciaba el alba con buenas nuevas.
En Llay-Llay, la Escuela 11, el Politécnico y el Menesianos se poblaron rápidamente con la llegada de las y los votantes dispuestos a marcar la diferencia en este plebiscito y a escribir con su puño y letra un nuevo capítulo de la historia. Con decisión desfilaron por sus pasillos todas las generaciones, aunque con un aire rejuvenecedor se hicieron presentes personas que hace poco dejaron esas mismas aulas. No importó mucho la sugerencia de evitar aglomeraciones: en sus corazones palpitaba la convicción de que el voto había que darlo contra viento y marea y, total, ya nos hemos acostumbrados a hacer cola para lo que sea.
El murmullo de la mañana se fue acallando lentamente, quedando calles y los locales de votación vacíos, mientras la calidez del día dio paso a la briza y más tarde a vientos de cambio. Ya con la tarea hecha, no quedó más que seguir el desarrollo de la jornada por alguna pantalla y compartir anécdotas con la familia y amigos, para terminar debatiendo sobre porcentajes porque todos/as apostaron a ganador.
Un atardecer primaveral enmarcó el momento donde las y los apoderados de mesa tomaron posición, mientras las/los vocales procedieron a hacer apertura de las urnas. En el Ancla, comenzó a instalarse los equipos para que un grupo de bandas locales amenizan la espera de los resultados oficiales.
“Apruebo, Apruebo, Apruebo…” retumbaba en esas salas de clases por tantos años vacías de esperanza, dejando huella en sus pizarras en blanco. Uno a uno, cada llayllaino/a se hacían presentes a viva voz en el canto que como mantra repetían los/las presidentes de mesa: “Convención Constitucional”.
Los minutos volaron y la larga espera se disipó ante lo que parecía hace poco inimaginable: habíamos ganado, pero no como quien da vuelta un partido en el último tiempo o llegado a duras penas al final de una maratón. El pueblo chileno había anotado un triunfo contundente, sólido, despampanante; una goleada vergonzosa para la derecha, que quedaba arrinconada en sus mansiones del barrio alto.
Con banderas, bombos y sus fuegos artificiales explotó la alegría de quienes nuevamente ocuparon la calle Balmaceda, reconociendo que Llay-Llay despertó del largo letargo impuesto por el COVID. La marcha no tardó en recorrer las poblaciones cercanas, convocando nuevamente a sus habitantes a las esquinas. Hubo gritos de emoción, canto, risas y lágrimas, y -porque no decirlo- orgullo al confirmar que este pueblo en lucha encabezaba las cifras del Aconcagua.
El cansancio y el toque de queda nos empujó lentamente a volver a casa, pero por primera vez en muchos años pudimos soñar despiertos con un mejor mañana.