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Fotografía: Francisco Henríquez

EL PATRIMONIO CULTURAL. DESDE LA MEMORIA OFICIAL A LA CONSTRUCCIÓN CULTURAL DESDE LA COMUNIDAD.

Abel Cortez Ahumada.

Investigador, Consultor y Docente.

El patrimonio en su concepción tradicional, propiciada por el Estado y sus elites culturales (intelectuales, científicos, burócratas), operaba a partir de una racionalidad que asignaba a los bienes unas características únicas, singulares, de representación universal, fuera del alcance del vulgo. Un esquema del discurso patrimonial autorizado (Smith, 2011) que protege objetos de tipo artístico, arqueológico, arquitectónicos (palacios, pinturas, ruinas fastuosas) preservando íconos “representativos” de una idea de cultura, historia e identidad oficiales que se busca legar como herencia. Esta lógica de actuación, encubre una trama de significado, excluyente y exclusivista, que le otorgaba densidad y protagonismo al legado producido por las elites nacionales que detentaban el poder, la riqueza y el conocimiento, como su acceso y disfrute privilegiado (Rabí, 2007).

A su vez, en la actualidad, la intensificación y expansión de lo patrimonial, tanto en su concepto como en los actores vinculados, es blanco de no pocas críticas. Se acusa cosificación y mercantilización de la cultura, una turistificación excesiva que descontextualiza los objetos respecto de su sociedad, desplazamientos de pobladores locales de centros históricos, ocultamiento de la desigualdad de la sociedad que produjo dichos bienes, así como impedimentos de acceso y disfrute de algunos patrimonios, entre otros.

Debido a las críticas que esta forma de patrimonio ha generado, junto a las demandas ciudadanas y problemáticas culturales vinculadas a la modernización tardía, el concepto de patrimonio ha ido evolucionando, desde esta perspectiva tradicional, monumentalista y elitista, a una forma de interpretarlo en que cobra cada vez más relevancia el rol de la sociedad y la comunidad como sus enlaces simbólicos.

En esta problematización, los bienes culturales comienzan a ser observados, ya no cerrados sobre sí mismos, sino en relación a los contextos y colectivos en que se insertan, producen y manifiestan. Se avanza desde la atención sobre el objeto patrimonial al contexto patrimonial, incrementando el interés en conjuntos urbanos, poblados rurales y paisajes culturales. También desde la pieza artística y arquitectónica, a la manifestación cultural y el rito identitario, tomando fuerza la idea de patrimonio inmaterial.

Ese giro provocó un consenso respecto de que el patrimonio es una construcción social de significaciones y actuaciones de grupos de la sociedad y el Estado, sobre bienes culturales y naturales que desencadenan procesos de sentido con valoraciones simbólicas vinculadas a representaciones sobre la memoria y la identidad, conflictuadas y negociadas en la esfera pública.

El patrimonio así visto, se soporta en unos bienes culturales que grupos concretos identifican como expresión de su identidad, historia, memoria, a los cuales les asignan valor, y establecen estrategias para que el resto de la sociedad pueda educarse, disfrutarlos, consumirlos. Esto es lo que se ha denominado procesos de patrimonialización, donde la sociedad civil en general y las comunidades locales en particular, comienzan a inscribir sentidos en bienes culturales propios y a resignificar los ya instituidos.

El sentido de pertenencia que abre el patrimonio despliega una ligazón simbólica y afectiva que proyecta la comunidad cuando habla de lo propio común y de su memoria, de lo que entendemos como su propia referencia patrimonial. Sobre todo, cuando lo hacen en un mundo como el actual, que cambia y se transforma aceleradamente, desvaneciéndose, volviendo líquida toda una cultura social y una vida en comunidad.

Es necesario, por tanto, indagar y relevar estos nuevos esquemas en que las comunidades patrimonializan, seleccionando referentes culturales donde se expresa su identidad, una que los convoca desde su propio lugar y trayectoria. Una mirada nueva que precisa erigirse desde las voces y las experiencias sociales, que ponga en tensión y diálogo el patrimonio oficial y el comunitario-local.

Referencias bibliográficas

 

Rabí, S. (2007) Habitar ¿cuál patrimonio?, en Halpert, M. Habitar el Patrimonio. Ediciones U. Central: Santiago de Chile, pp. 139-153.

Smith, L. (2011) El "espejo patrimonial". ¿Ilusión narcisista o reflexiones múltiples?, en Antípodas, Revista de Antropología y Arqueología. N° 12, Bogotá.

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