Gasset desde Abya Yala
(violencia de la colonización Europea)
El gusto del ser humano
de proyectarse desde la superficie,
de hacer y decir
desde el exterior,
¿por qué?
Desde la mirada europeizada
dicen que evolución es avanzar,
ir hacia adelante
navegando en un tiempo cronológico infinito,
que se intenta no agotar
ni desgastar,
que se intenta no caer
ni mirar el camino.
El hombre proyectado hacia el futuro,
como la figura de un arquero
que pareciera que su avance
también arrastrara a su circunstancia,
aquello con lo que carga y
que es necesario sobrepasar,
que es necesario dejar atrás
para “avanzar” en el progreso
lleno de superficialidades
y sonrisas superpuestas
que dan la idea de perfección
y de infinitud divina.
Me cago en eso
y en las lanzas de los Francos,
que de veracidad
sólo tienen el nombre.
Tomo con mis manos
llenas de extrañezas
y un poco temblorosas
por el desacierto de salirse
de una norma estándar,
la materia sutil
y me quedo pasmada
en el mismo sitio,
construyendo un espiral
o una cruz Nahui Ollín
o Aymara
o Mapuche,
que desde la mirada eurocéntrica
se asemeja más bien
a un imposible salido de un cuadro de Escher,
¡pero no me importa!
No me importan los discursos icónicos
y los lugares comunes que se entrelazan
desde la mirada moderna y fotográfica
del ser liberal
y globalizado.
Me niego a avanzar
si lo que es arriba
no es abajo
o lo de afuera
no es adentro.
Me niego
con toda mi furia y mi centro
a seguir sosteniendo
un paso cómodo y recto,
si no puedo encontrar
ni al colibrí
ni a la oruga
o mariposa
en cada célula que siento.
El tiempo cronológico
me da vértigo,
tengo derecho a sumergirme en el abismo
y conversar
con los peces en la oscuridad,
iluminados por la luz de sus membranas sin huesos
y por el sonido eterno
del océano profundo
que también habita en mí.
Que se vayan todxs,
yo me quedo donde se desdibuja la frontera
y donde la diversidad se hace presente
en un hilo que es común,
con el cuál se bordan las conversaciones
al abrigo de los rituales
y de la comida que brota de la Tierra.
En esta vorágine ensordecedora,
no me encuentro y me distancio
y no porque no quiera
o me encapriche,
sino porque,
¿Por qué?...
aún estoy en eso,
en la pregunta,
mientras hago lo que me clama y grita
mi alma desalmada,
soñadora y segura.